Una de cal y otra de arena: la economía española sigue mostrando una resistencia inédita a la ralentización de la actividad en Europa y la constante subida de tipos del último año y medio, pero su crecimiento aún se apoya en una fuerza laboral barata —al menos cuando se compara con el resto de países europeos— y poco productiva. En consecuencia, si a largo plazo se busca mantener un repunte del Producto Interior Bruto (PIB) que sea sostenible, se necesita adaptar el modelo productivo a otro más intensivo en tecnología (que utilice eficientemente los factores productivos disponibles). De lo contrario, la economía española estaría abocada a “competir con bajos salarios y soportar elevados costes sociales de las diferentes transiciones, agravando las desigualdades y sobrecargando los presupuestos públicos”, según ha advertido este miércoles Raymond Torres, director de Coyuntura y Economía Internacional de Funcas, durante la presentación del coloquio España ante los cambios en la economía mundial: oportunidades y riesgos.
El producto interior bruto (PIB) creció en 2023 un 2,5% y en el cuarto trimestre el dinamismo de la actividad económica incluso se aceleró hasta un robusto 0,6% trimestral, frente al 0,4% registrado entre julio y septiembre, según los últimos datos oficiales del Instituto Nacional de Estadística (INE). La cifra derrumbó los oscuros vaticinios que auguraban un frenazo más drástico de la economía. Sin embargo, el talón de Aquiles está en la productividad, que sigue lejos de la media europea a pesar de las ayudas de Bruselas. Funcas recuerda que incluso en las manufacturas, el sector más susceptible a tener más valor añadido, el país se encuentra más de un punto por debajo de la eurozona —el crecimiento del valor añadido por ocupado entre 2019 y 2023 fue de un 5,1% frente a un 4,4%—. El problema ante este retraso es que, en el corto plazo, no se aprecian cambios en el patrón extensivo de crecimiento que caracteriza la economía nacional. Si se mantiene así, las opciones de mejorar el poder adquisitivo de los hogares es escasa, especialmente para los colectivos más vulnerables.
“El riesgo es que se erosione el pacto social que sustenta el modelo, y que se ha reflejado, aun de manera tácita, en una preferencia por la creación de empleo en vez de mejoras de poder adquisitivo”, ha lamentado Torres. Los datos certifican la fortaleza del mercado laboral; el año pasado, por ejemplo, la economía ganó casi 800.000 nuevos ocupados, según los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA), lo que supone un récord de creación de empleo en solo un año. De hecho, según los datos de Eurostat, el incremento de la población activa de España representa el 23% del incremento total de la eurozona en los últimos dos años. Sin embargo, en ese mismo periodo millones de trabajadores volvieron a perder poder adquisitivo en parte condicionado por la inflación, pero también porque sus sueldos no crecieron al mismo ritmo que los precios. En paralelo, se observa que en este último año el reparto de los puestos no ha sufrido ningún cambio, pese a la urgencia de ampliar la participación en sectores de más valor añadido, como el industrial. En concreto, El sector servicios y todas las actividades relacionadas con él generaron ocho de cada 10 nuevos empleos.
Pese a las dificultades que tiene el país para ser más competitivo, lo cierto es que los pronósticos apuntan a una evolución favorable del PIB en los próximos dos años, tanto en valor absoluto como en relación con el resto de Europa. Funcas prevé que en 2024 la tasa crezca un 1,6%, una cifra por debajo del pronóstico del Gobierno, pero cercano al del Banco de España y otros organismos internacionales. Este viento de cola debería aprovecharse, según el think tank, para garantizar que en el futuro el modelo productivo sea competitivo.
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