La historia del deporte se sostiene con relatos de grandes dinastías. Equipos dominantes que consiguieron elevar una determinada disciplina a la excelencia y marcaron una época. Sin embargo, el deporte también reserva un lugar especial para aquellas narrativas individuales que destacan dentro de las grandes estructuras.
La última de ellas en el fútbol americano es la de Brock Purdy (24 años, Arizona), el quarterback de los San Francisco 49ers que tiene a la franquicia a las puertas de ganar su primer título de Super Bowl en 29 años, a pesar de que nadie apostaba por él en un principio. De concretarse, la entidad californiana igualaría a los New England Patriots y a los Pittsburgh Steelers como los máximos ganadores en la historia de la NFL, con seis campeonatos.
Antes de aterrizar en la élite, el joven quarterback tuvo que inscribirse en el draft anual que organiza la NFL, como hacen todos los talentos del fútbol americano colegial que buscan dar el salto a la profesionalidad. En el draft de 2022, Purdy se hizo elegible y tuvo que esperar hasta la selección número 262 para ser escogido. Era la última plaza de todas. De esta manera, el hasta entonces quarterback de la Universidad de Iowa se ganó el título de Mr Irrelevant, como se le denomina cada año al último jugador seleccionado en el draft, haciendo énfasis en la poca trascendencia que suele tener la carrera profesional del último en la fila.
Purdy se incorporó a la plantilla de los 49ers como tercer quarterback, algo que podría ser comparable, en oportunidad de ver minutos de juego, con ser el tercer portero en un equipo de fútbol. Meses después, las lesiones de Trey Lance y de Jimmy Garoppolo, número uno y dos en su posición, le abrieron las puertas de la titularidad, misma que no ha soltado desde entonces.
Con poca experiencia, pero con mucha personalidad, el quarterback novato tomó los mandos del equipo en los últimos partidos de aquella temporada y, de su mano, San Francisco llegó hasta la final de la Conferencia Nacional, la ronda previa a la Super Bowl. Ahí, Purdy tuvo que abandonar el campo debido a una lesión y vio desde el banquillo como los suyos caían ante las Philadelphia Eagles.
Este año buscaría revancha de aquel trago amargo y, en lo que fue su primer curso completo siendo titular, llevó a los 49ers a ser el mejor equipo de su conferencia (12-5), solo una victoria por detrás de los Baltimore Ravens (13-4), el cuadro con la mejor marca en la temporada regular. Llegaron los playoffs y San Francisco siguió sorteando rivales hasta instalarse en el partido definitivo ante los Kansas City Chiefs del todopoderoso Patrick Mahomes, la prueba final.
Un ‘quarterback’ cumplidor
Sin ser un quarterback de cualidades extraordinarias, Purdy es un jugador bastante cumplidor. Ese es uno de los adjetivos que más lo ha acompañado en su corta carrera dentro de la NFL, para lo bueno y para lo malo. Sus detractores lo consideran un jugador con un talento promedio, que se ha visto beneficiado por un sistema y un entorno ganador, confeccionado por Kyle Shanahan, uno de los entrenadores más destacados en toda la NFL. Mientras que sus partidarios lo ven como alguien que sabe bien cómo dejar la tarea hecha.
Purdy no es el número uno en ninguna categoría. No tiene el repertorio de pases de Patrick Mahomes, el juego terrestre de Lamar Jackson o la fuerza de alguien como Josh Allen, pero ha demostrado ser completo y consistente. No es el quarterback que se sale del libreto y gana el partido, pero sí aquel que adopta un sistema y lo lleva al límite.
Jugando con el 13 a la camiseta por el fanatismo que su padre le inculcó hacia el mítico Dan Marino, Purdy también ha sabido ganarse el respeto de un vestuario con muchas estrellas. En un deporte tan jerárquico como el fútbol americano, donde el quarterback está en la punta de la pirámide, no es fácil pasar de ser Mr Irrelevant a ser el jugador al que todos, veteranos y novatos, escuchan antes de cada jugada.
Después de clasificarse para la Super Bowl, se hizo viral una conversación de vestuario entre Purdy y Nick Bosa, en la que el defensivo estrella del equipo expresaba su sorpresa por lo conseguido por su compañero en tan poco tiempo. “Lo que estás haciendo me vuela la cabeza. Yo fui el número dos en el draft y, aún así, a veces me faltó confianza en mí mismo”, le dijo. “Así es esto, es parte del juego”, respondió el número 262.
Contemplado inicialmente para ejercer un rol menor, Purdy no figura dentro de los treinta jugadores mejor retribuidos de la plantilla. Su sueldo base de poco menos de un millón de dólares al año contrasta con los veinte millones anuales que gana, por ejemplo, el receptor Deboo Samuel, cuya producción ofensiva depende en su totalidad de los pases del quarterback.
De perfil bajo y ceño amigable, Purdy dejó claro en la rueda de prensa previa al encuentro que quiere dejar de ser solamente una historia bonita para convertirse en campeón este domingo en Las Vegas. “Siempre han pasado de mí, de alguna forma esa es la historia de mi vida, en el colegio, en la universidad y también aquí [en la NFL], después de haber sido la última selección, pero lo único que siempre he necesitado ha sido una oportunidad”, expresó Purdy, un actor de reparto convertido en protagonista, pero al que todavía le falta desempeñarse bien en el escenario más grande de todos.
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